Una de cada cuatro personas sufrirá un ictus: indicios, prevención y secuelas
El ictus, también conocido como infarto cerebral o embolia, es una enfermedad cerebrovascular que requiere atención médica urgente. Esta afección se produce cuando se produce una rotura u obstrucción en un vaso sanguíneo, lo que reduce el flujo de sangre que llega al cerebro. Como resultado, las células nerviosas no reciben suficiente oxígeno y dejan de funcionar correctamente.
Según la Sociedad Española de Neurología (SEN), una de cada cuatro personas sufrirá un ictus en algún momento de su vida. De hecho, en España, más de 100.000 personas sufren un ictus cada año, siendo la principal causa de muerte en mujeres y la segunda en hombres y la principal causa de discapacidad en adultos de ambos sexos. Esta enfermedad cerebrovascular no solo afecta a la vejez, sino también a edades más tempranas debido a hábitos no saludables.
–Factores de riesgo y prevención: el deterioro natural del sistema cardiovascular es una de las principales causas del ictus. Las paredes de los vasos sanguíneos que llevan la sangre del corazón al cerebro se debilitan con el tiempo. Sin embargo, el 90% de los casos se podrían prevenir mejorando los hábitos de vida. Adoptar una dieta saludable, evitar el consumo de tabaco y drogas, moderar el consumo de alcohol y realizar actividad física diaria son medidas clave para reducir el riesgo de ictus.
–Enfermedades relacionadas: existen diversas enfermedades que aumentan el riesgo de sufrir un ictus. La presión arterial elevada, el colesterol alto, la hipertensión, las cardiopatías congénitas, la diabetes y la apnea del sueño son algunas de las patologías que están estrechamente relacionadas con el ictus. Es importante gestionar y tratar adecuadamente estas enfermedades para reducir el riesgo de un evento cerebrovascular.
–Secuelas y discapacidades: desafortunadamente, muchas personas que sobreviven a un ictus sufren secuelas discapacitantes. Estas secuelas pueden afectar la movilidad, la visión, el habla y también pueden causar trastornos emocionales, cognitivos y de personalidad. Dos de cada tres supervivientes de un ictus experimentan alguna forma de discapacidad. Por eso es crucial tomar medidas preventivas y buscar atención médica de inmediato ante cualquier indicio.
Síntomas de un ictus
El ictus es una enfermedad que se caracteriza por su rápido desarrollo, causando una lesión cerebral en cuestión de minutos en la mayoría de los casos. Sin embargo, en ocasiones menos frecuentes, los síntomas pueden incrementarse con el paso de las horas. Es importante tener en cuenta que los síntomas del ictus varían según el lado del cerebro que resulte afectado. Dependiendo de la ubicación de la lesión, se pueden presentar diferentes síntomas:
-Equilibrio. Un síntoma evidente es la falta de equilibrio. Por ejemplo, por tropiezos repetitivos o imposibilidad de andar en línea recta.
-Faciales. También es común la parálisis facial en un lado de la cara. Incapacidad para levantar las cejas, sonreír etc.
-Habla.Incoherencia en la comunicación y/o incapacidad para articular frases simples.
-Fuerza. Dificultad para levantar las extremidades, especialmente los brazos.
-Visión. Vista borrosa e incapacidad de ver bien con uno o los dos ojos.
Los indicios de un ictus no deben ignorarse, ya que un diagnóstico y tratamiento rápidos pueden salvar vidas y reducir el impacto de las secuelas. Mejorar los hábitos de vida, controlar las enfermedades relacionadas y estar atentos a los síntomas son pasos fundamentales para reducir el riesgo de sufrir un ictus. Cuida tu salud y promueve la concienciación en tu entorno.
Recuperación
En ocasiones, la recuperación completa tras un ictus puede no ser posible, especialmente en casos graves. Sin embargo, el objetivo de la rehabilitación es ayudar al paciente a adaptarse a su nueva realidad, recuperar la confianza en sí mismo y mejorar su autonomía.
La rehabilitación comienza en las primeras etapas, durante la hospitalización, una vez que se ha descartado la necesidad de reposo absoluto. En lesiones moderadas o graves, la mayor parte de la recuperación ocurre en los primeros tres meses posteriores al ictus. Después de este período, la recuperación puede continuar de forma más lenta durante al menos seis meses, e incluso algunos pacientes experimentan mejoras leves hasta el año.
Es importante tener en cuenta que no todos los pacientes logran una recuperación completa. El tiempo y el tipo de rehabilitación necesaria, que puede incluir fisioterapia, terapia ocupacional, logopedia u otros enfoques, varían según la edad y los objetivos individuales de cada paciente.